Somos nuestra infancia
De entrada no es ni la de Tiempo de flores, ni la de los hermanos Roca, ni la que grabará Juego de tronos. En principio tampoco es la de Sopa de cabra, ni la de Javier Cercas, ni la de Rafael Nadal, ni la de Josep Pla, Prudenci Bertrana o Just Manuel Casero. La Girona por la que me paseo estos días es la de Pep Prieto- y la de su hijo, el Arnau-, a su novel.la Los Lunáticos. Otra Girona que en cierto modo también incluye estas otras girones que acabo de citar para que la imagen de una ciudad se forja a partir de muchas otras perspectivas. Pero, y espero que me perdonen, los que hemos nacido en los años 70 y que ahora pasamos de los cuarenta años nos hacemos mucho más nuestro esta Girona, la que retrata Pepe Prieto. Y te sientes muy cerca porque es la que has vivido y porque los referentes culturales, – sobre todo cinematográficos y musicales- los ochenta que Pep recuerda a lo largo de la novel.la son tus, los de una generación que a pesar vivir en una ciudad gris y aburrida no nos estábamos de soñar que algún día con el grupo de amigos también encontraríamos una casa encantada y haríamos un descubrimiento como la que hacían los Goonies. Un relato a caballo de la nostalgia que es un recorrido, un itinerario, para aquellos lugares que definimos como míticos y que tienen una cierta mística por el autor y los de su quinta pero que descubriremos que tendrán otra lectura para nuestros hijos . Si es verdad que somos nuestra niñez y que es el periodo que nos marca a la hora de fijar nuestra identidad, si es verdad que la niñez es la primera memoria y es la última que se pierde, vale la pena tener presente el que dice William Wordsworth: el niño es el padre del hombre. Cuando nuestros hijos nos inviten a volver a pisar este territorio ilimitado, insondable y sugerente que es la niñez tengamos muy presente que es suya y que si los ayudamos a vivir la plena y feliz quizás cuando sean mayores serán hombres y mujeres que harán realidad lo que soñaban los callejones de su ciudad, sea Besalú o Girona.